Hay que retroceder 30 años, hasta comienzos de los noventa para encontrar unos registros de actividad hotelera en Barcelona semejantes a los del aciago 2020. A falta de conocer los datos del mes de diciembre y de la confirmación oficial de los de todo el ejercicio, ya puede afirmarse que la capital catalana cerró el año pasado con una afluencia a sus establecimientos hoteleros de poco más de 1,8 millones de viajeros y en torno a los 4,3 millones de pernoctaciones.
Son números casi calcados a los de 1992, el año que marcó el inicio del despegue de Barcelona –que de hecho no empezaría a notarse hasta 1993– como destinación turística de primer nivel.
Estos catastróficos datos incluyen un factor engañoso. De hecho podrían ser todavía muy peores habida cuenta de que en enero y febrero, los dos últimos meses de relativa normalidad antes de que la pandemia se expandiera como una mancha de aceite y forzara el cierre de hoteles durante la primavera (abril, mayo y junio fueron inactivos a todos los efectos), los establecimientos hoteleros barceloneses acogieron a más de un millón de clientes, es decir, más de la mitad de los de todo el año.
Tras batir récords seis años consecutivos, la actividad hotelera no ofrece síntomas de recuperación de la caída
Lo peor de todo para este sector es que no se atisba por ningún lado la luz al final del túnel. El último informe del Observatori del Turisme de Barcelona, con fecha del pasado viernes, cifra en solo 110 los hoteles abiertos en la capital catalana, con una disponibilidad total de poco menos de 25.000 plazas (hace un año eran más de 80.000)… y bajando. La ocupación de las plazas disponibles en noviembre apenas superó el 10%.
Además, las perspectivas para los próximos meses, a juzgar por el número de reservas e incluso de la búsqueda de información sobre la ciudad a través de los portales de internet, no mueven al más mínimo optimismo, todavía.
En un momento en el que ver por Barcelona un visitante extranjero es una auténtica rareza, es del todo lógico que la cuota del mercado español en el conjunto de la actividad hotelera de la ciudad haya aumentado significativamente, aunque en números absolutos también se haya desplomado. En los primeros once meses del 2020 pasaron por los establecimientos hoteleros de la ciudad algo más de medio millón de clientes procedentes del territorio español, el 27,8% del total de visitantes.
El pasado noviembre, el peor mes de la historia turística contemporánea, excepción hecha de abril, mayo y junio, los poco más de 35.000 clientes españoles representaron el 68% del total. El francés, con 3.635 personas hospedadas, fue el segundo mercado más potente , seguido del italiano (1.625) y el británico (1.230).
El sector hotelero ya se ha hecho a la idea de que los brotes verdes, por escuálidos que sean, tardarán en aparecer. El derrumbe del turismo ha sido más estrepitoso que el de la mayoría de actividades económicas, incluidas las que guardan mucha relación, como el comercio y la restauración.
Y es que Barcelona venía de un largo período de euforia, no exento de disfunciones, en el que no solo franqueó con enorme solvencia la anterior crisis económica sino que incluso la aprovechó para afianzarse como destinación global. En lo que respecta al alojamiento hotelero, Barcelona encadenó seis años consecutivos batiendo récords, hasta dejar el listón en el 2020 en más de 8,5 millones clientes y más de 21 millones de pernoctaciones.
FUENTE: https://www.lavanguardia.com/local/barcelones-nord/20210121/6184296/gloria-temporal-badalona-pont-del-petroli.html?utm_term=botones_sociales_app&utm_source=social-otros&utm_medium=social